La corrupción naturalizada es, pues, parte del engranaje de un bipartidismo obsoleto, decadente y muy dañino, escribe Marcia Rivera
La corrupción naturalizada es, pues, parte del engranaje de un bipartidismo obsoleto, decadente y muy dañino, escribe Marcia Rivera
Conocí la corrupción muy temprano en mi vida profesional. En el organismo gubernamental donde trabajaba algunos empleados comentaban que funcionarios de nivel medio aceptaban “regalos” de empresarios que buscaban ganar las subastas de impresos, que en dicha agencia eran muy cuantiosas. Para su cumpleaños, el director de compras del organismo recibió un auto Buick Riviera de regalo de la empresa más voraz en la contienda por los contratos. La misma también abrió una cuenta sin límites en un bar de Hato Rey para que este funcionario y sus empleados fueran a darse tragos y a pasarla bien cada viernes en la tarde.
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