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En el punto más álgido del feudo entre Luis Muñoz Marín y Antonio R. Barceló, en el año electoral de 1936, cuando Muñoz, buscando desbancar a Barceló del liderato liberal-independentista, proclamaba su “adhesión inquebrantable a la independencia y a la justicia económica”, el viejo líder liberal respondió con la histórica amonestación de que él (Barceló) era independentista antes de que Muñoz “aprendiera a deletrear la palabra independencia”.
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