

Mientras seguimos siendo testigos de la prolongada catástrofe humanitaria en Gaza, un grupo de embarcaciones civiles se lanzó al mar con el propósito simple y monumental de romper un cerco. No llevaban armas, ni soldados, ni intereses económicos ni geopolíticos. Llevaban medicinas, alimentos infantiles, arroz y leche de fórmula. Llevaban un inventario del dolor que no aparece destacado con justicia en nuestros noticieros. Se trata de una hazaña de humanidad que se sostiene, como pocas cosas en este momento, en la legitimidad del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos, y en esa obstinada lealtad a defender la vida y lo justo.
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