


La frustración ciudadana con el sistema eléctrico es real y profunda. Los apagones, las fluctuaciones de voltaje, las tarifas elevadas y la falta de comunicación efectiva han minado la confianza del pueblo. Después de años en que la operación del sistema ha estado en manos privadas, la percepción general es que el servicio sigue sin responder a las expectativas del país. Ante esa realidad, muchos ven en la cancelación del contrato de LUMA Energy una manera de exigir rendición de cuentas. Es un reclamo entendible, nacido del cansancio y de la sensación de que nada cambia.

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