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Cuando Mami y Papi se casaron, Mamina, mi abuela paterna, le dio a Mami sus recetas para que le hiciera a Papi los platos que más le gustaban. Entre ellas estaban los “huevos flamencos”. En mi casa estaba prohibido levantarse de la mesa antes de limpiar el plato. Cuando pasaba frente al horno siempre miraba por la ventanita para ver lo que me esperaba. Cuando veía las cazuelitas de barro con la salsa de tomate, espárragos, y dos huevos crudos se me revolvía el estómago. En casa me llamaban Vomititos Trigo.
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