


La discusión sobre la revisión de la tarifa básica del sistema eléctrico se ha concentrado en las solicitudes de LUMA, Genera y la AEE para aumentar sus presupuestos de operación y mantenimiento. Aunque todas estas peticiones se justifican en un sistema envejecido y falto de inversión, el debate ignora un hecho esencial: la tarifa básica representa apenas el 20% de lo que paga el cliente. El otro 80% proviene de las cláusulas, y la más pesada —la de compra de combustible— supera el 40% de la factura. Ese componente, el que más golpea el bolsillo del ciudadano, es el gran ausente en la discusión. La verdadera pregunta no es cuánto se pide, sino cuánto podemos ahorrar.

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