

Hubo una época en que yo decía —por aquello de exagerar la nota para que se entendiera lo que realmente quería decir— que estaría dispuesto a votar por un candidato a la gobernación que la única cosa que prometiera en su campaña fuese tapar los hoyos de las carreteras. Y que conste, que eso fue mucho antes de que nuestras calles comenzaran a tragarse automóviles y camiones enteros como si fueran bocadillos en boca de un hambriento. Yo no necesitaba que los políticos prometieran acabar con la corrupción, no, porque sé que esa no es maleza a la orilla de la carretera que con pasarle un “trimmer” se elimina, o que prometieran construir nuevos hospitales, porque antes de la pandemia los existentes estaban en vías de convertirse en edificios fantasmas, o que prometieran no despedir de sus empleos a más servidores públicos, porque de eso se encargan las vacantes que surjen cada día con los que renuncian o se jubilan.
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