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En estos días hemos escuchado a políticos comentar que las personas refugiadas están “felices” en medio de la situación por la que atraviesan. Por estas desafortunadas palabras, se lanzaron múltiples críticas hacia la gobernadora y la alcaldesa de Ponce. Dichas expresiones requieren no solo la censura, sino ponderarse profundamente. Sería pertinente tener en cuenta una definición generalizada acerca de la felicidad. Se conceptúa la felicidad como “estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno". De acuerdo a esta concepción, ¿será correcto incluir a la población de personas refugiadas en el sur de Puerto Rico? Me parece una falta de sensibilidad y empatía afirmar que nuestros hermanos afectados disfrutan o se sienten complacidos, viviendo en las condiciones que conocemos.
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