

La campaña presidencial del 2020 ha sido caracterizada como una elección acerca del “carácter” que debería tener el presidente de la nación norteamericana. Tanto en la Convención Demócrata, como en la campaña de Joe Biden y el último debate presidencial, se les repitió a los votantes la advertencia de que en las papeletas estaba en juego el carácter de la nación. Una consecuencia inmediata de esta estrategia política es promover como criterio de elección el carácter personal de los candidatos, en vez del mérito de sus políticas públicas. Se habla de carácter, pero no se define de manera exacta en qué consiste. Podemos presumir razonablemente que se refiere a lo que los americanos llaman comportamiento “presidencial”: proyectar razonabilidad, ecuanimidad, amigabilidad, integridad, transparencia, firmeza y empatía.
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