Carlos Rosa Rosa
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Puerto Rico irá al Mundial: la felicidad de Carlos Arroyo

Eran los últimos segundos del juego ante Colombia y Puerto Rico se encaminaba a sellar su pase a la Copa Mundial de FIBA 2023.

Y justo detrás del banco boricua, el gerente general Carlos Arroyo, excapitán del seleccionado, estaba parado viendo el final y, seguramente, sentía que un enorme peso caía de sus hombros al ver materializada la clasificación al certamen mundialista con dos victorias en la carretera en la sexta y última ventana. Fue un final no apto para cardíacos.

Si alguien en el programa nacional adulto sentía la mayor presión de conquistar este pasaje al Mundial era Arroyo. Más que el técnico de la escuadra y que el presidente de la Federación de Baloncesto local, a mi juicio.

Carlos Arroyo, gerente general del Equipo Nacional.
Carlos Arroyo, gerente general del Equipo Nacional. (Carlos Giusti/Staff)

Un mes antes del comienzo del clasificatorio para este Mundial a finales de 2021, Arroyo impulsó la salida del entonces entrenador Eddie Casiano por diferencias filosóficas de cómo se debían manejar ciertos aspectos fundamentales en el programa. Casiano tenía contrato hasta el 2023.

Y luego de no llegar a un acuerdo con el piloto argentino Sergio Hernández, Arroyo puso la mirada en su segunda opción, en el entrenador de los Vaqueros de Bayamón, el ponceño Nelson Colón, para asumir las riendas del quinteto nacional en lugar de Casiano.

Esta vez, el cuerpo técnico sería confeccionado por Arroyo. Ninguna figura cercana a Colón sería seleccionada para ser parte del staff, contrario a lo que ocurre típicamente cuando el técnico en propiedad casi siempre tiene la potestad de incluir a alguien de confianza en su grupo de trabajo.

Arroyo, a su vez, decidió incluir a otros dos jóvenes mentores exitosos del BSN, Rafael “Pachy” Cruz y Carlos González. Ambos nunca habían trabajado con Colón.

Arroyo quería a las otras dos mejores mentes del patio en la actualidad del BSN, enviando un claro mensaje de que las cosas se harían de una manera diferente desde el saque.

Comenzaba una nueva era con Arroyo al frente de la gerencia y con total control del seleccionado. Arroyo necesitaba sentirse cómodo para implementar aquellos cambios que entendía que eran necesarios. Y esta filosofía, lógicamente, no iba a funcionar con Casiano.

Carlos Arroyo (derecha) junto al entonces dirigente de la Selección Nacional Eddie Casiano. Arroyo es gerente general del combinado patrio.
Carlos Arroyo (derecha) junto al entonces dirigente de la Selección Nacional Eddie Casiano. Arroyo es gerente general del combinado patrio. (Ramon Tonito Zayas)

Casiano, de ninguna manera, iba a aceptar que el gerente general le impusiera todos los miembros del staff técnico. Antes de la llegada de Arroyo, Casiano tenía el control de todo lo que pasaba en el programa y nunca tuvo un gerente general que estuviera pasando juicio sobre su labor. Tenía la total confianza del presidente federativo, Yum Ramos. Y Alfredo “Piraña” Morales era más un ayudante como gerente de operaciones.

Así que no había manera de que el programa pudiera correr eficazmente con ambos en el mismo bote. ¿Y qué pasó? El Comité de las Selecciones Nacionales acogió la recomendación de Arroyo y despidió a Casiano.

Así que, con la salida de Casiano, el primer objetivo de Arroyo era llevar al seleccionado al Mundial. Las primeras ventanas no fueron las mejores. No solo por registrar marca de 3-3, sino que tampoco se veía una consistencia en el reclutamiento de jugadores.

Un triunfo de Puerto Rico sobre Colombia el domingo le dio a los boricuas su pasaje al Mundial FIBA 2023, que se celebrará en agosto.
Un triunfo de Puerto Rico sobre Colombia el domingo le dio a los boricuas su pasaje al Mundial FIBA 2023, que se celebrará en agosto. (Suministrada / FIBA)

Se vieron muchos cambios en el personal, tratando de encontrar el grupo que hiciera “click” sobre el tabloncillo. Para tener una mejor idea, Puerto Rico tuvo a 25 distintos jugadores en cancha en las primeras tres ventanas. Es una cifra significativa.

Y haciendo un paréntesis, durante todo este clasificatorio hay que reconocer la gestión de Arroyo de reclutar a jugadores de primer orden que no habían estado en el programa: José Alvarado, Tremont Waters, Phillip Wheeler, Aleem Ford, Jordan Howard, Jordan Murphy, Alfonso Plummer, y los hermanos Ethan y Stephen Thompson.

El cubano Ysmael Romero también debutó con el seleccionado en el clasificatorio, mientras que Arroyo en un momento optó por descartar al armador Gary Browne, a la vez que perdió a Isaiah Piñeiro por lesión.

La nave se enderezó a partir de la cuarta ventana que coincidió con el debut de Waters. En los últimos seis partidos, Puerto Rico solo agregó seis nuevos jugadores, incluyendo cinco que entraron por primera vez en la cuarta.

Parecía haber una mejor idea del personal que querían en cada convocatoria. Y, realmente, este grupo hizo una buena química y respondió en un momento crítico, en el cual cada compromiso era determinante en las aspiraciones mundialistas. Y este grupo cerró el clasificatorio con marca de 5-1, incluyendo dos enormes victorias ante Brasil.

En total, Puerto Rico utilizó a 31 jugadores en los 12 partidos del sistema de ventanas. El último debutante fue Aleem Ford en la quinta ventana. Y Chris Ortiz fue el único que jugó todos los partidos, seguido de Romero con 11.

Waters estuvo gigante en este cierre con promedios de 17.2 puntos y 6.3 asistencias en seis juegos. Y en gran medida fue el responsable de la clasificación al Mundial con el canasto de oro que atinó en el último segundo en la victoria del pasado jueves en Brasil.

Al final, Puerto Rico terminó con marca de 8-4, repitiendo la historia del clasificatorio de 2019.

Hoy día, Arroyo puede caminar con menos peso. Sabía que una eliminación iba a significar un rotundo fracaso en su gestión como gerente general en su primer ciclo con el control absoluto del programa adulto. Este es un país que ama a este equipo y le exige lo mejor.

Ahora irá a su primer Mundial como gerente con la tarea de confeccionar un plantel competitivo. Le tocará llamar de nuevo a Alvarado y velar por el progreso de Piñeiro, operado de una rodilla. Lamentablemente, no hay en el panorama otro cuerpo de fuerza y estatura que pueda fortalecer el área más débil del combinado, la línea frontal.

Arroyo ya enseñó la camiseta de Puerto Rico como jugador en un escenario olímpico y ahora le tocará hacerlo fuera de la cancha en uno mundialista en una de las sedes entre Indonesia, Filipinas y Japón desde el 25 de agosto.

Mientras eso llega, seguramente, disfrutará este momento de felicidad.

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