Almorzando en Piñones este pasado domingo conocí a dos jóvenes turistas italianos, Mónica y Giuseppe. Entre mofongo y alcapurrias me contaron, emocionados, de su visita al concierto de Bad Bunny. Con brillo en los ojos me dijeron lo mismo que ya miles de visitantes han repetido: “¡fue brutal!”. Pero lo que más me sorprendió no fue solo su entusiasmo por Benito, sino todo lo demás que resaltaron de Puerto Rico: nuestra gastronomía, la música, los bailes, la alegría colectiva, las playas, la cultura, el calor humano, y el amor a la patria de los puertorriqueños. Se fueron enamorados de este país, encantados, locos con Puerto Rico. Y fíjese bien, ninguno me habló de hoteles o casinos —esos productos que tantas veces se mercadean como el rostro de nuestro turismo.
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