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Silencio que están durmiendo los nardos y las azucenas… Luce como increíble que nadie grite, ¡Patria!, cuando desde afuera nos dicen que no sabemos administrar ni siquiera la ayuda que se nos brinda. Mientras nos rompemos la crisma unos contra otros, la verdad nos abruma y la realidad nos castiga. Por diferente razón y motivo en 1898 España y Estados Unidos coincidían en que los puertorriqueños no éramos capaces de gobernarnos por cuenta propia. Ese fue el pretexto de Madrid para tardía y tímidamente, a regañadientes, conceder la Carta Autonómica de 1897 y para Washington imponernos gobiernos militares y gobernadores continentales durante los primeros 48 años de su soberanía en Puerto Rico. Luego, tras 62 años de aspavientos soberanistas bajo el espejismo del Estado Libre Asociado, súbitamente Washington nos devolvió al crudo coloniaje de Siglo XIX cuando el gobernador Alejandro García Padilla les confesó que no podíamos pagar la multibillonaria deuda pública incurrida.
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