

El cerebro es un gran centro de comando que mantiene nuestro cuerpo en funcionamiento, aunque ni siquiera nos demos cuenta de su funcionamiento. La regulación de los latidos del corazón, la digestión, el sueño y las emociones se rigen por procesos que conectan directamente con el cerebro y producen reacciones (positivas o negativas, según sea el caso).
Al hablar sobre el tema, la psiquiatra Annabelle Rodríguez-Llauger enfatizó que, “como todo nuestro cuerpo funciona a través del cerebro, estas cinco herramientas son bien útiles para que su funcionamiento se mantenga en el mejor estado posible, por más tiempo”.
“Si separamos el envejecimiento de la enfermedad, esta última puede distinguirse porque tiene manifestaciones mucho más contundentes”, admitió la doctora. Una de ellas son las enfermedades comunes en los adultos mayores: enfermedades cardiovasculares, condiciones crónicas y ciertos tipos de demencia. Por eso, insiste, “la vejez se presentará según vivimos la juventud”, y eso incluye la buena nutrición.
“Una alimentación ideal debe ser alta en antioxidantes, y los ácidos grasos del grupo omega-3. También, es importante no exceder el nivel de calorías recomendadas”, apuntó la médica. “Alimentarse bien ayudará a que las células del cerebro, al igual que las de todo el cuerpo, se mantengan en óptimas condiciones y evitar atrofias o daños celulares severos”, recalcó Rodríguez-Llauger.
Muchos estudios clínicos recomiendan reducir el consumo de alimentos de un veinte a un 30%. “Cuando estamos más jóvenes, esa restricción acumula beneficios para el futuro, mientras disfrutamos de mejor salud. Esa acumulación nos ayuda, en edades más avanzadas, a mantener una mejor capacidad cerebral en el futuro”, subrayó la doctora.
El efecto positivo del ejercicio pudiera verse como una armadura que protege la vida. “Es un gran estímulo cardiovascular que tiene muchos beneficios: la oxigenación (de las células y tejidos), la circulación de la sangre, la eliminación de toxinas. Además promueve la agilidad física, ayuda a la coordinación, a la memoria muscular y a la visión periferal, entre muchas otras cosas”, apuntó.
Las bondades del ejercicio ayudan a conservar activas las interconexiones nerviosas en las distintas partes del cerebro. Eso significa que la incorporación del ejercicio desde las etapas más jóvenes reforzará y protegerá el funcionamiento óptimo del cerebro en edades más avanzadas.
“Practicar un deporte o hacer una rutina de ejercicios no va a revertir el daño acumulado, pero sí optimizará el funcionamiento del cerebro. De hecho, para pacientes con ciertos tipos de demencia, se recomienda el baile, porque protege la agilidad mental, la memoria auditiva y la función motora, aún en su estado de deterioro”, puntualizó.
“Las personas que se retiran de sus empleos tienen dos alternativas: o se mantienen activos o se sientan en un sofá a cambiar canales”, admitió Rodríguez-Llauger. “Las personas que trascienden su tiempo de jubilación con diversas actividades mantendrán su cerebro mucho más saludable que aquellas que se sientan a ver la vida pasar”, dijo la psiquiatra.
Si la persona se anula física o intelectualmente, o se aísla, ese “apagón” acelera el proceso de terminar la vida, que se llama apoptosis (muerte cerebral programada por etapas). Mantener el cerebro activo mediante diversas tácticas es esencial. En este caso, la doctora recomienda juegos de vídeo, uso del Internet y los medios sociales, aprender idiomas o tocar un instrumento musical pueden ser algunas alternativas interesantes y divertidas.
“Aprender cosas nuevas provoca estímulos directos al cerebro, para proteger sus destrezas y para decirles a las células que todavía necesitamos la vida, porque hay proyectos por completar”, recalcó.
Uno de los peores enemigos del cerebro es la falta de sueño. “El sueño hace que se ‘limpie’ nuestro cerebro y se haga espacio para nuevas memorias. Si no se descansa adecuadamente, no se estimulan los neurotransmisores y se acelera el deterioro de sus células”, explicó.
Un dato importante es reconocer los cambios en los patrones de sueño de cara a los años más adultos. “En la infancia, la niñez y la adolescencia, los humanos duermen más porque están en un desarrollo intenso. En la adultez, el tiempo promedio de sueño es de siete a ocho horas. Ya en la vejez es muy raro que una persona duerma más de cinco horas corridas”, enfatizó la doctora.
Rodríguez-Llauger recomendó las siestas como una estrategia para recargar energías durante el día. “Muchas veces, sacrificamos ese momento de descanso, pero hay que honrar al cuerpo y descansar el tiempo necesario para reponerse y continuar”, recalcó.
Por último, Rodríguez-Llauger insistió en “mantener la curiosidad despierta, el deseo, la motivación, el gusto por las pequeñas cosas, la conexión con la espiritualidad”. La psiquiatra agregó que es importante alejarse del pesimismo, de la victimización o del sufrimiento por sus efectos tóxicos.
“Almacenar todas las experiencias de la vida y aferrarse al dolor, traer al presente el inventario de pérdidas, dolores y fracasos es una actitud autodestructiva para la salud emocional y, por ende, perjudica al cerebro”, subrayó con firmeza.
“En su lugar, podemos ser mentores de las nuevas generaciones y buscar la forma de conectar con ellos para acompañarles, escuchar sus ideas, estimular su inteligencia. Con esas conexiones, el impacto de los pensamientos destructivos cambia por una actitud constructiva, y el cerebro funciona mucho mejor”, reflexionó.
Al final, la doctora Rodríguez-Llauger hizo una exhortación para todos como táctica efectiva para promover la salud cerebral, sin importar la edad o la situación presente.
“El envejecimiento del cerebro es directamente proporcional a cómo nosotros nos tratamos y las destrezas que aprendimos en nuestra juventud”, reflexionó. “Nunca se acaba la oportunidad que nos da nuestro cuerpo para que lo tratemos mejor, y el cuerpo es bien agradecido”, terminó diciendo Rodríguez-Llauger.
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