Debe ser un llamado a la imaginación. Hay que verse trepando por su pequeño tronco, descansando bajo su sombra luego de un largo día de trabajo. Hay que imaginar a niños columpiando en un pedazo de madera atado a sus pequeñas ramas. Debe ser como un pequeño y sutil acto de magia cotidiano, algo que transporte la imaginación, al menos por minuto, a una realidad distinta, a un lugar mejor. De eso se trata, en cierta medida, el arte del bonsái.