Cuando apenas era un niño, Francisco Arriví Cros, pasaba horas con su familia a bordo de un vehículo. El trabajo de su padre, el gran dramaturgo y poeta puertorriqueño Francisco Arriví, obligaba a toda su familia a recorrer la isla. Y ahí estaba él, mirando a Puerto Rico a través de la ventana del carro en esos paseos de fines de semana donde se alargaban los paisajes campestres.