La reciente noticia sobre los esfuerzos del gobierno de Italia para facilitar trámites de ciudadanía por derecho de sangre a personas que tengan ascendencia italiana ha causado gran interés en Puerto Rico, una isla que ha sido impactada a través de los siglos por olas migratorias como la de, precisamente, inmigrantes italianos.
Según el relato del historiador Pedro Juan Hernández en su ensayo “Los inmigrantes italianos en Puerto Rico durante el siglo XIX”, publicado en la revista Anales de Investigación Histórica de la Universidad de Puerto Rico (UPR), desde 1492, hasta las primeras décadas del siglo XX, el flujo migratorio italiano a Las Américas, incluyendo a Puerto Rico, fue constante.
La gran mayoría llegó atraída por las oportunidades agrícolas, mientras que otros llegaron como aventureros y comerciantes, convirtiéndose ese en el núcleo central de la enorme migración italiana a Puerto Rico, que tuvo su punto más alto a principios del siglo XIX.
Real Cédula de Gracia
Es quizás la Real Cédula de Gracia del 10 de agosto de 1815, firmada por el monarca Fernando VII, el hecho que desató la masiva migración de europeos a tierras puertorriqueñas buscando una mejor calidad de vida.
Este decreto fue promulgado por la Corona española con el propósito de promover la migración a Puerto Rico y fomentar su desarrollo económico, estancado hasta ese momento por la falta de mano de obra diestra para ciertas industrias agrícolas.

El documento oficial permitió a europeos católicos, ibéricos y de otros países en buenos términos con España, establecerse en la isla, recibiendo beneficios como exenciones de impuestos y ayudas para la adquisición de tierras. Del mismo modo, el decreto “liberalizó el comercio puertorriqueño con otros países del Caribe, lo que contribuyó a la creación de una clase terrateniente y a la transformación de la economía puertorriqueña”.
También, la orden real servía (en teoría) como disuasivo para los independentistas y separatistas puertorriqueños y cubanos que verían trastocada su popularidad entre los residentes de ambas islas-colonia.
Luego de un periodo de cinco años estos colonos recibían una “carta de naturalización”, que los convertía en súbditos de España.
“Entre 1815 y 1820 llegaron 11,500 italianos y entre 1820 y 1830 otros 1,290, que se asentaron principalmente en Ponce y sus alrededores, como lo que es hoy el municipio de Santa Isabel”, indica Hernández en su ensayo.
“De estas primeras familias italianas desciende Salvador Vassallo, creador de las famosas Industrias Vassallo de Ponce”, añade.
La huella de las migraciones relacionadas a la Cedula de Gracia son visibles en los casi 85,000 descendientes italianos en la isla a finales del siglo XX.
Italianos de Córcega
Aunque actualmente son ciudadanos franceses, los habitantes de la isla de Córcega — situada en el mar de Tirreno, en el Mediterráneo; entre España, Francia e Italia— desde el siglo X hasta el XVIII eran considerados italianos. Sin embargo, la isla fue cedida por los genoveses a Francia en 1768 con la firma del Tratado de Versalles.
Por ello, no debemos perder de vista que la gran migración de corsos a Puerto Rico está estrechamente ligada a la migración de italianos a el archipiélago.
Los corsos llegaron a Puerto Rico alrededor de 1830, y crecieron en número hasta primeras décadas del siglo XX, cuando concluyó la ola migratoria.
Gran parte de estos migrantes se asentaron en la zona de la Cordillera Central, especialmente en pueblos como Adjuntas, Lares, Utuado, Ponce, Coamo, Yauco, Guayanilla y Guánica. Sin embargo, fue Yauco la localidad que atrajo a más corsos por su riqueza agrícola.
Los tres principales productos cultivados en ese municipio eran el café, el azúcar y el tabaco, pero fue con el cultivo del primero que los corsos levantaron sus fortunas, siendo para 1870 los líderes de la industria del café puertorriqueño, controlando siete de las 10 plantaciones que operaban desde Puerto Rico.

Actualmente se calcula que casi medio millón de puertorriqueños poseen algún lazo de ascendencia corsa.
Italianos en Santa Isabel
Según el artículo de Melvin Rivera Velázquez, “Los italianos que vivían en Santa Isabel”, fue en el barrio Coamo Abajo (hoy día el municipio de Santa Isabel) donde principalmente se asentaron estos inmigrantes italianos en Puerto Rico buscando nuevas oportunidades.
Para diciembre 31 de 1897, según el escritor e historiador puertorriqueño, Cayetano Coll y Toste, quedaban pocos extranjeros en Santa Isabel. Sus hijos, al igual que los hijos de los exesclavos, eran considerados puertorriqueños. No obstante, aún vivían en el pueblo algunos extranjeros, particularmente italianos.
Según Coll y Toste, en 1897 la población de Santa Isabel era de 4,024 habitantes, que estaban divididos en 3,972 nacionales, 16 españoles, 14 italianos, seis africanos, cinco daneses, tres canarios, tres mallorquines, dos ingleses, dos franceses y un venezolano.
Entre las familias italianas que llegaron a Santa Isabel durante esta primera ola migratoria se destacan los Cianchini, los Anselmi, los Delpín y los Canevaro.
Según relata Rivera Velázquez en su artículo, Luis Cianchini Lupi, natural de Elba, en Italia, llegó a Puerto Rico en el 1826, mientras que al pueblo de Yauco llegaron también Cianchinis, pero estos provenientes de la Isla de Córcega.
Para 1867 Luis Cianchini, al igual que Esteban Canevaro Semoril, otro italiano residente en Santa Isabel, eran comerciantes y tenían terrenos sembrados con algodón.
En esa época, indica el historiador, también llegó a Santa Isabel Pedro Delpín, nacido en 1811 en Génova, Italia. Para 1872, cuando Delpín tenía 61 años, operaba un negocio de pulpería (tienda de abastos) y estaba casado con Magdalena Cantanin, también natural de Génova. El matrimonio engendró cuatro hijos nacidos en Puerto Rico.
Otra de las familias italianas que más se destacó en el pueblo de Santa Isabel durante el siglo XX fueron los Anselmi, descendientes de Francisco Anselmi, inmigrante desde la ciudad de Elba, en 1841.
La familia Canevaro también se asentó en Santa Isabel donde contribuyeron a la construcción de estructuras en el pueblo. En 1867, por ejemplo, Canevaro Semorill se convirtió en uno de los principales benefactores del templo de la Iglesia Católica de Santa Isabel al donar 200 pesos para su construcción.

“En los primeros años del siglo XX, la siguiente generación de estas familias, ya considerados puertorriqueños, seguían siendo los principales comerciantes del pueblo. Julio Canevaro tenía una panadería y una tienda de cigarros y vendía al detal. Adolfo Anselmi tenía una farmacia. Santiago Delpín era otro boticario en el pueblo”, indica el autor.
Distinguidos Italo-puertorriqueños
Así como ocurrió en Santa Isabel, los descendientes de estos primeros migrantes italianos, que se repartieron por todo Puerto Rico, se integraron totalmente en la sociedad, aportando con importantes personalidades destacadas en diferentes disciplinas como:
• José Miguel Agrelot, actor y comediante

• Giannina Braschi, poeta, novelista y dramaturga

• Mara Croatto, actriz
• Hermes Croatto, músico, compositor
• Carmella DeCesare, modelo
• Michael DeLorenzo, actor y escritor
• Pedro Pierluisi, abogado, político y exgobernador
• Salvador Vassallo, empresario
• Chucho Avellanet, cantante y actor
