Aquel lunes, 17 de enero de 1983 marcó un antes y un después en la historia de la televisión puertorriqueña: el carismático y reconocido animador, productor y locutor Luis Vigoreaux Rivera, padre, fue asesinado.
La tragedia comenzó a escribirse a eso de las 8:30 p.m., cuando una mujer que pasaba por un paraje solitario en el sector Los Guanos, en Cupey, vio un lujoso auto Mercedes-Benz que ardía en llamas.
Al regresar por el mismo tramo, vio que el vehículo seguía en fuego, por lo que la mujer no lo dudó: alertó a las autoridades. Minutos después, unidades de bomberos y agentes de la Policía llegaron al lugar.
Tras extinguir el incendio, uno de los oficiales pidió a un bombero una varilla y abrió el baúl del auto, topándose con el cuerpo. El ambiente se tornó sombrío. No era una escena cualquiera, era la de un crimen.
Sin saberlo, Puerto Rico estaba al borde de una tragedia que siempre recordaría: la voz de un ícono —quien por años llevó alegría, emoción y esperanza a cientos de hogares— había sido silenciada para siempre.
¿Quién asesinó a Vigoreaux? ¿Por qué alguien querría hacerle daño a un hombre tan querido por el pueblo? ¿Fue un robo, una pelea que salió mal o un crimen premeditado? Eran demasiadas las preguntas sin respuesta.
A 24 horas del crimen, la Policía confirmó que una veintena de agentes de la División de Homicidios trabajaba en la investigación y que analizaban dos huellas dactilares halladas en el lugar de los hechos.
El fallecido superintendente de la Policía Desiderio Cartagena declaró en ese momento que era un caso con “muchos ángulos” y ordenó que se utilizaran todos los recursos disponibles para esclarecer el crimen.

“No tengo evidencia, información alguna de que Luis Vigoreaux haya estado vinculado con actividad ilícita alguna, incluyendo narcóticos”, dijo, tras ser abordado por la prensa en el Cuartel General, en Hato Rey.
La investigación policíaca, lejos de ser sencilla, comenzó a revelar un entramado oscuro. Las pruebas recolectadas durante el proceso se convirtieron luego en piezas clave en el catalogado “juicio del siglo”.
La carta inédita de Lydia Echevarría
Entre esas piezas destaca una carta que, presuntamente, fue escrita por la actriz Lydia Echevarría, viuda de Vigoreaux, quien resultó convicta por el crimen del afamado animador, de 54 años.
El Nuevo Día constató que la misiva —de estilo postal— permanece bajo la custodia de la Oficina de Administración de los Tribunales (OAT), en su archivo general, entre cartapacios y documentos a maquinilla.
“Compañero, aprendí a tragarme mis lágrimas para que mi hija no me viera llorar. Anoche no pude contenerlas al ver llorar a mi hija por haberte visto con la mujer que robó su tranquilidad y la mía. Pregunto: ¿valdrás tú y la otra una lágrima del ser que más quiero en este mundo? El tiempo me dará la respuesta. Solo pido a Dios que las próximas lágrimas que dedique a su padre sean ante su tumba. Tu compañera que fui”, dice la carta inédita.
En el reverso de la misiva —revelada en la cuarta temporada de Las Caras del Crimen— destaca la imagen de un atardecer junto a un árbol solitario, acompañada por un mensaje impreso en letras blancas.
“Lancé mi barca y sin rumbo por la vida navegaba. En ti puse mi confianza y en éxtasis vivía. Hoy te alejas… enséñame, amor, cómo sin ti puede mi vida tener una razón de existir”, lee la postal.

La carta conserva una pegatina que indica que fue marcada como identificación #8 el 14 de febrero de 1986 durante el juicio celebrado ante la jueza Laura Nieves de Van Rhyn, en el Tribunal de San Juan.
Ese mismo día, la actriz Nydia Castillo, quien mantenía una relación sentimental con Vigoreaux, testificó en el juicio sobre varias cosas, incluyendo una carta que el animador habría escrito a Echevarría desde Miami.
“En un punto de su testimonio, dijo que una vez la acusada (Echevarría) le presentó una carta que supuestamente le había enviado Vigoreaux a Echevarría desde Miami, en la que alegadamente le decía que él solo la quería a ella”, reseñó el periódico El Mundo.
Y aunque en el juicio se mencionaron otras cartas presuntamente escritas por Castillo, ni los reportajes de la época ni las transcripciones judiciales hacen alusión a la misiva atribuida a Echevarría, que además lleva otra fecha inscrita: el 7 de abril de 1986.
De acuerdo con el récord público, ese fue el día en que la defensa y la fiscalía analizaron, a puerta cerrada, la evidencia presentada para determinar si algunas de las piezas debían pasar a la consideración del jurado.
“Es una carta que, en unión a toda la demás prueba, establece que había una intención de hacerle daño a Luis Vigoreaux”, dijo el licenciado Antonio Sagardía, quien representaba a la Fiscalía junto a los fiscales Crisanta González y Luis A. “Chemy” Román.
“Pero, con esa carta no se le hubiera encontrado culpable (a Echevarría) solamente, era (también) la otra evidencia que había”, añadió Sagardía. “La carta no se hizo pública, pero se admitió, formó parte de la prueba de la Fiscalía y el jurado la leyó”, confirmó.
Sin embargo, la exjueza Carmen Ana Pesante —quien, junto a la licenciada María de Lourdes Guzmán, representó al coacusado David López Watts mientras dirigía la Sociedad para la Asistencia Legal— explicó que la mencionada carta “tenía una explicación”.
Aunque la misiva no tiene fecha, habría sido escrita durante el periodo en que Vigoreaux participaba en la obra “La verdadera historia de Pedro Navaja”. Datos históricos establecen que la pieza teatral estrenó en 1980, tres años antes del crimen.
“(Su hija) Vanessa (fruto de su relación con Echevarría) iba con sus amiguitas a ver a Pedro Navaja, donde esa noche salía su papá. Vigoreaux pasó por su lado con Nydia Castillo y no la saludó. La nena, entre el dolor y el pachó con sus amigas, llegó atacada a su casa y le contó a su mamá. Entonces, la mamá hizo esa expresión y la querían coger literal”, dijo Pesante.
Esta carta es solo una pieza de un rompecabezas complejo que obliga a volver al inicio: explorar la historia del matrimonio, revivir la noche de la tragedia y adentrarse en un proceso judicial sin precedentes.
“La muerte de Luis Vigoreaux marcó un antes y un después en la siquis del pueblo puertorriqueño. Yo lo comparo como si una burbuja de inocencia hubiera estallado y el público se comenzó a preguntar si era posible que un crimen de esa dimensión pudiera ocurrir en Puerto Rico”, expresó a este medio el periodista de Entretenimiento Eliezer Ríos Camacho.
“No es que en Puerto Rico no hubiesen ocurrido asesinatos ni crímenes morbosos antes de la muerte de Vigoreaux, es que se trataba de una figura que entraba a los hogares puertorriqueños por la pantalla chica todos los días. Era como si le hubiese ocurrido a un familiar”, agregó.
Sus inicios como pareja
Vigoreaux y Echevarría se conocieron en los años 50 y se casaron el 10 de febrero de 1960, tras finalizar sus matrimonios anteriores. Durante 23 años de unión, la pareja representó la “imagen ideal”.
Él era carismático y espontáneo, cautivando al público con su presencia magnética; ella, elegante y visionaria, lo complementaba perfectamente dentro y fuera del escenario, formando una química única.
Esto se reflejaba claramente en su interacción frente a las cámaras, como en el programa “Luis Vigoreaux presenta”, en el que se mostraban perfectamente sincronizados, con una conexión natural.
“Buenas noches, bienvenido al show más visto en la televisión de Puerto Rico: ‘Luis Vigoreaux presenta’. Esta noche les auguramos un programa muy divertido”, dice Echevarría junto a Vigoreaux, quien por su parte añade con entusiasmo: “Y con grandes figuras internacionales. No los hacemos esperar para disfrutar de una de las primeras sorpresas que tenemos esta noche”.
Durante su matrimonio, la pareja tuvo dos hijas: Vanessa y Glendaly, quien falleció en 2008. Además, Vigoreaux tenía tres hijos de una relación anterior, de los cuales sobreviven Luisito y Roberto.
“Vigoreaux era como este señor que podía ser un papá, un tío, un amigo de la familia. Entraba por la pantalla chica todos los días de la semana. Era una figura bien querida por el público”, comentó Ríos Camacho.
“Echevarría, de igual manera, era una figura que el público veía a través de la pantalla, que la apreciaba. Era una figura querida dentro del mundo artístico”, abundó Ríos Camacho, en entrevista con este medio.
Vigoreaux, natural de Ceiba, conquistó tanto la radio y como la televisión. Trabajó en Telemundo y Wapa, donde brilló en programas icónicos como “Sube, Nene, Sube”, “Pa’rriba, Papi, Pa’rriba”, y “El Show del Mediodía”.
De igual manera, impulsó la productora CVC y, con los cambios en la industria a finales de los años 70, se trasladó al Canal 11. Poco después, adquirió el teatro New San Juan, ubicado en Santurce.
“Luis era un hombre muy sencillo y muy recto en su trabajo. Era una persona muy comprensiva, afable y era muy fácil trabajar con él”, expresó la primera actriz Ángela Meyer, quien laboró con el animador en “El Show del Mediodía” y “Luis Vigoreaux presenta”.
Añadió que, tanto dentro como fuera del escenario, Vigoreaux era extremadamente protector, lo que hacía que trabajar con él se sintiera como estar al lado de un familiar, como un hermano mayor o, incluso, un padre. “Trabajábamos bien, cómodos”, dijo.
Meyer señaló que Vigoreaux era una persona comprensiva y afable, siempre dispuesto a ayudar, incluso a resolver los problemas de los demás. Afirmó que solo tiene palabras positivas hacia él, destacando además que era muy reservado con su vida personal.
“Luis hablaba muy poco de su vida personal, pero sí, puedo decir que él se sintió muy mal por el divorcio y por el dolor que le estaba causando a Lydia. En una que otra ocasión, cuando uno lo veía triste, alicaído, le preguntaba: '¿Qué te pasa?’. Y él respondía: ‘No quisiera darle un dolor a nadie’”, agregó.
El día del crimen
Aquel 17 de enero de 1983, Vigoreaux animó por última vez su programa “El Show del Mediodía“. Antes de salir del canal, cerca de la 1:00 p.m., comentó que iría a Ponce porque le habían aprobado un préstamo.
“Me estaba maquillando y estaba compungida y ansiosa porque acababa de llegar de viaje (de México) y tenía que grabar (una novela). Me acuerdo que me besó en la frente y me dijo: ‘¿Qué te pasa?’. Le dije: ‘Nada, Luis, estoy cansada’. Y me dijo: ‘Te entiendo’. Le dije: ‘Y a ti, ¿te pasa algo?”. Me dijo: ‘No, voy ahora para Ponce, que conseguí que me dieran el préstamo para pagarle la parte de la casa a Lydia’. Era algo para Lydia. Algo así me dijo. Y se fue“, recordó Meyer sobre aquella conversación.
A las 7:00 p.m., Vigoreaux acudió a una reunión en el condominio El Centro, en Hato Rey, para discutir el divorcio, un trámite que comenzó el 30 de noviembre de 1982, cuando Echevarría presentó la demanda.
Tras culminar el encuentro, el animador dejó a su abogado Francisco Coll Moya en su oficina y, sin imaginar que lo venían siguiendo, continuó su rumbo, presuntamente, hacia la residencia de Castillo.
Pero nunca llegó a su destino. En el camino, al detenerse en una intersección del expreso en Trujillo Alto, según se estableció en corte, fue interceptado: un hombre, utilizando una copia de la llave, entró a su auto por el lado del pasajero.
Luego, obligó a Vigoreaux a conducir hasta un paraje solitario en el sector Los Guanos, en Cupey, mientras eran seguidos a distancia por otro sujeto a bordo de un vehículo Mazda 626, según documentos judiciales.
En el lugar, el animador fue golpeado. Creyéndolo muerto, sus agresores lo metieron en el baúl de su propio auto. De pronto, uno de ellos recordó que tenía que buscar un maletín que estaba en el baúl.
Al abrir el maletero, “Vigoreaux, aún con vida, le agarró la mano”. Ahí, uno de sus agresores lo golpeó en la cabeza. Luego, sus atacantes abandonaron la escena, compraron gasolina y regresaron a incendiar el auto.
Un amanecer sombrío
El martes, 18 de enero de 1983, Vigoreaux no se presentó a su programa radial “Buenos Días”, en WBMJ, ni al “Show del Mediodía” en Wapa. Su ausencia, inesperada e inquietante, encendió las alarmas.
“Recibí una llamada de Meche Marchand, la esposa en aquel momento de Luis Antonio Cosme. Me dijo: ‘¿Tú sabes algo de Luis’? (Le dije): ‘No, ¿por qué?’. Me dice: ‘Acaba de salir en el teletipo que encontraron un Mercedes con una persona adentro y llamamos a Luis y no contesta. Llamamos a la emisora donde él trabaja y nos dijeron que no ha llegado’. Le dije: ‘No sé nada de Luis, pero sé que ayer iba para Ponce’. Y me dijo: ‘Si sabes algo, nos llamas’“, dijo Meyer.
La actriz contó que encendió la radio y se percató que en la emisora donde trabajaba Vigoreaux estaban transmitiendo música, por lo que cambió a la de Cosme y lo oyó informar sobre un auto incendiado.
“Empiezo a llamar a Noticias de Wapa y digo: ‘¿Ustedes saben algo de un Mercedes que se quemó?’. Y me dice la muchacha: ‘Sí, están verificando por la tablilla, a ver si es el Mercedes de Luis’. A mí se me fue el alma. Le dije: ‘Voy para allá’. Entonces, llegamos a Wapa, y se había verificado que la tablilla era la del carro de Luis. Se empezó a buscar a Luis, no se encontraba, y ahí fue que, para las 11:00 a.m., once y pico de la mañana, ya prácticamente se confirmaba que era Luis la persona que estaba quemada", agregó.
“Ese día nadie hizo comedia y, al día de hoy, recordarlo me afecta mucho porque creo que fue un crimen lleno de saña. A mí, en lo personal, me extrañó una cosa. Él siempre me regañaba porque, cuando me montaba en mi carro, no ponía los pestillos. Cuando nos dicen lo que pasó, nos dicen que la persona que lo mató se metió en el carro de él en una luz, y a mí eso siempre me extrañó porque yo sé que él ponía los pestillos. La persona tuvo que haber abierto con llave”, dijo Meyer.
El crimen conmocionó al país, y quienes lo vivían como espectadores habituales, al sintonizar el programa que diariamente llevaba alegría a sus hogares, se encontraron repentinamente sumidos en un profundo luto.
“Abrieron las cámaras y yo recuerdo esa imagen de ver a todo el elenco del programa, frente a las cámaras, compungido. Estos son los artistas que todos los días tú veías sonriendo, bailando, haciendo chistes, brincando y ese día estaban todos de luto ante las cámaras”, recordó, por su parte, Ríos Camacho.
El último adiós
Vigoreaux fue despedido por todos. Su velatorio se llevó a cabo entre la tarde y la noche del martes, 18 de enero de 1983, en la Sala A del segundo piso de la funeraria y columbario del Ángel Buxeda, en Hato Rey.
Aquel día, la tristeza colectiva se hizp palpable. El exgobernador Luis A. Ferré, la presentadora Charytín Goyco y el actor Otilio Warrington, conocido como “Bizcocho”, entre otros, asistieron al velatorio.
Un día después, el miércoles, 19 de enero de 1983, se celebró una misa y luego la comitiva fúnebre partió hacia el cementerio Buxeda, en Isla Verde. La ruta estuvo abarrotada: todos querían despedir a Vigoreaux.
Una bandera de Ceiba, su pueblo natal, cubría el ataúd metálico, rodeado por sus compañeros. También asistieron estudiantes y gente de pueblo, muchos de los cuales participaron en sus programas.
“El dolor de sus seres más allegados era incontenible. Su esposa, Lydia Echevarría se desmayó”, dice un reportaje de la revista Teve Guía, que fue publicado en la edición del 5 al 11 de febrero de 1983.
La primera versión de Echevarría
Tras el entierro, la Policía confirmó a la prensa que verificaba un sinnúmero de confidencias que había recibido y que estaba en el proceso de entrevistar a familiares y allegados para esclarecer el crimen.
Por su parte, Echevarría ofreció una entrevista al periódico El Mundo, publicada el 19 de enero de 1983. En ella, la actriz relató su versión.
Contó que, tras la reunión en el condominio El Centro, que concluyó a eso de las 8:00 p.m., Vigoreaux la acompañó a su auto, y ella se quedó en el lugar hablando con su abogado, José A. Figueroa Morales.
Echevarría añadió que luego se dirigió al Centro de Bellas Artes en Santurce para asistir a un ensayo de la obra “Los Soles Truncos”, escrita por el dramaturgo puertorriqueño René Marqués.
Abundó que, al llegar a su casa, halló a su hija Vanessa llorando, ya que acababa de regresar de la escena, tras ser contactada por la Policía. Relató que, posterior a eso, ambas se dirigieron hacia el lugar de los hechos.
“Todo era horrendo, tan tremendo, que no podía creerlo. No pensé que fuera él”, afirmó la actriz, en voz entrecortada y angustiada, según el reportaje escrito por la periodista María A. Díaz en El Mundo.
“Tiene que haber sido una equivocación o motivado por algún malhechor para secuestrarlo y luego exigir una cantidad por su libertad. No puedo creerlo, no puedo creer otra cosa. A Luis todo el mundo lo quería mucho”, resaltó, al descartar que el móvil fuera robo.
Echevarría parecía buscar darle sentido a una tragedia que, hasta ese momento, aparentaba ser ajena a su voluntad. Pero pronto todo comenzaría a cambiar, dando paso a uno de los juicios más mediáticos de la historia puertorriqueña.
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