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Llevo años insistiendo, más o menos resistiéndome, al proceso eleccionario. La última vez que voté fue durante las primeras elecciones de Obama en 2008 que no sé si por ignorancia o indagaciones internas, mientras las calles se inundaban de gritos y abrazos, permanecí inmóvil en la cama cuestionándome no solo el acontecimiento ni su significado, sino mí participación.
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