

Mientras en Puerto Rico se celebran avances tecnológicos en salud y educación, también se repite una frase que parece inocente: “la tecnología no es mala, depende de cómo la uses”. La escuchamos en conferencias, medios, y hasta en conversaciones cotidianas. Pero esa afirmación, aunque popular, es incompleta, ya que la tecnología no es neutral. Cada aplicación, algoritmo o plataforma está cargada de intereses políticos, económicos y culturales (Couldry & Mejías, 2019). Como resultado, si no cuestionamos esa ilusión de neutralidad, corremos el riesgo de reproducir desigualdades en lugar de reducirlas.
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