La bachata, el incesante golpe de fichas de dominó y las carcajadas enmarcaban las frecuentes reuniones de inmigrantes dominicanos en la Placita Barceló, bordando el ritmo con el que ese espacio cobraba vida. Y es que, para muchos, particularmente recién llegados a Puerto Rico y adultos mayores con pocos nexos sociales, y/o sin un estatus migratorio definido, esta placita sirve como un lugar donde encontrarse a sí mismos y también buscar trabajo. Ubicada en el corazón de Barrio Obrero, ha sido por décadas, refugio de una comunidad desplazada, facilitando su asentamiento, progreso económico y aportando a su bienestar en la diáspora. Hoy ya no es así.
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