
Se adhiere a los criterios de The Trust Project
Mi hada madrina, Marisol Malaret
Esa era una de las grandes bellezas de Marisol: su autenticidad. No había arrogancia. Solo amor, empatía y compasión, transmitidas con la belleza física que nunca la abandonó, escribe Jennice Fuentes
Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del autor y no reflejan las opiniones y creencias de El Nuevo Día o sus afiliados.






