

Esta Semana Santa fue santa por muchas razones. Mi pueblo se levantó en lucha solidaria por el acceso a transporte marítimo en Vieques y Culebra. Miles de personas, valorando el don divino de la salud, hicieron largas filas para vacunarse. Varias de ellas lo hacían, no solo para proteger su salud y la de los suyos, sino también para regresar a la socialización que tanta falta les hace. Hay un hambre constante de abrazos, de besos, de cercanías físicas y espirituales. La vacuna les da esa esperanza y a ella se aferran con la emoción y la pasión que suelen tener los boricuas.
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