

Pocos fenómenos han ejercido mayor fascinación en la literatura que la mítica figura del dictador latinoamericano. Cosa que explica por qué las plumas más laureadas del continente no hayan escatimado en páginas y tinta para novelar la trágica tradición caudillista que arropó a gran parte de las repúblicas latinoamericanas desde la conquista de sus respectivas independencias. Ahí “El otoño del patriarca”, del colombiano Gabriel García Márquez; “La fiesta del chivo”, del peruano Mario Vargas Llosa; “Yo el supremo”, del paraguayo Augusto Roa Bastos; “El recurso del método”, del cubano-francés Alejo Carpentier o “El señor presidente”, del guatemalteco Miguel Ángel Asturias.
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