

El mundo no solo llora la partida de José “Pepe” Mujica, sino que también celebra la vida de un hombre que demostró que la política puede ser sinónimo de autenticidad, coherencia y humanidad. Cuando escribí sobre su despedida de la presidencia de Uruguay en 2015, destacaba cómo este exguerrillero tupamaro, convertido en presidente, había sacudido las estructuras del poder tradicional desde su humilde rancho, convirtiéndose en una leyenda que avanzaba lentamente por las calles de Montevideo a bordo de un viejo Volkswagen azul celeste.
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