

Cuando afirmo que el objetivo del régimen de Chávez y Maduro, de imponer un estado de hegemonía comunicacional ha triunfado, no hay en ello un ápice de exageración. No es una afirmación que pueda leerse como una generalización. Hablo aquí de realidades concretísimas. De una acumulación de hechos que no solo afectan a periodistas, editores y propietarios de medios; que no solo se constituyen en una fuerza determinante en la demolición de la democracia; sino que, y esto es quizá lo más significativo, que opera como el factor determinante que somete a la mayor parte de la sociedad venezolana a un estado de desinformación y de creciente vulnerabilidad ante la incansable maquinaria de propaganda y mentiras con que cuenta el régimen. Insisto: no solo los venezolanos han sido despojados del derecho a saber qué pasa en su país, sino que son sometidos a un constante bombardeo de mentiras, por innumerables canales.
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