A la vuelta de diez años, tan común como tener un teléfono en la mano, será insertarse en la cabeza un chip que conectará el cerebro con internet… Los ciudadanos no solo serían rastreados día y noche, sino que además habrá modo de conocer lo que piensan, lo que desean, lo que aborrecen, lo que en realidad son…, escribe Mayra Montero