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A través de los años, y mediante el lente de una cámara, Laraine Batis-Gelpí y su esposo, Miguel David Gelpí, han captado imágenes de sus visitas a Puerto Rico. Regresar a sus raíces siempre ha representado una experiencia emotiva para la pareja boricua que reside en Yonkers, un suburbio de la ciudad de Nueva York.
Una idea que surgió, hace un año, en medio de una conversación los llevó a planificar varios viajes que les permitieron, en un total de 22 días, recorrer las plazas públicas de los 78 municipios y plasmar su arquitectura e historia en un libro que compartirán con sus hijos. Cada página se convertirá en un legado para las futuras generaciones y en un instrumento que unirá a sus amistades en la diáspora.
“Hicimos muchos viajes y viajamos para ver cómo era el interior de la isla, en lugar de visitar los lugares de las fotos de Instagram usuales. Pensamos en que algunos de los pueblos son tan hogareños y tan hermosos. Le dije a mi marido que me encantaría documentar esto para nuestros hijos, que son muy cercanos a mi madre. Ya sabes, escuchan muchas de las historias que ella cuenta de aquí“, relató con entusiasmo Batis-Gelpí, oriunda del barrio Harlem en Manhattan e hija de una orgullosa mayagüezana.
De ahí, nació la iniciativa de crear un libro que, en sus primeras 10 páginas, recoge la historia familiar mientras que el resto está repleto de imágenes que captan la esencia de los lugares que visitaron. La consejera escolar y su esposo, quien es maestro, vieron en las plazas públicas una oportunidad para explorar y conectar con su puertorriqueñidad.
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“Pensamos que la plaza sería el punto de conexión. Si llegabas al centro de la ciudad, entonces podías explorar la ciudad por tu cuenta. Podías comer en el pueblo, conversar con la gente y conocer cosas únicas de cada municipio. Planificamos las rutas y visitamos cinco o seis pueblos por día (...) El libro tiene una lista para que mis hijos marquen las ciudades que visitan”, explicó.
Pero no se trata de cualquier libro, pues cada hoja de papel fue contemplada minuciosamente. Batis-Gelpí contó que la mayoría de las fotografías fueron tomadas por su esposo, quien nació en Río Piedras. A través del lente, él deseaba retratar imágenes significativas para compartir la experiencia puertorriqueña desde el punto de vista de la diáspora.
“Las fotografías y los viajes no han sido para romantizar la vida en la isla. No creo que sea fácil hacerlo. Pero a mí y a mi marido nos gusta sentir que podemos compartir la fuerza que se deriva de la gente que está aquí, y lo que significa ser puertorriqueño”, señaló la boricua.
En su libro, la sección de cada municipio comienza con una foto de un mosaico de su respectivo escudo, imágenes que tomaron al visitar la Plaza San Juan Bautista en el Viejo San Juan. Las siguientes páginas muestran diversas fotografías de la plaza pública visitada y, luego, hay una página con una imagen descolorida de la ciudad, que sirve como espacio para escribir.
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La puertorriqueña, de 57 años, desea que sus hijos pueden llenar esas particulares páginas con sus propios relatos y memorias, una forma de inmortalizar sus experiencias en el pequeño archipiélago.
“El punto entero del libro para nosotros es que, cuando estén en una reunión familiar, lo tomen y lo enseñen a sus tías o su abuela y cualquiera que esté allí que pueda contribuir a la historia. Es una forma de conectar con aquí (Puerto Rico), incluso cuando no pueden estarlo”, comunicó con calidez.
Ese sentir y deseo de compartir historias lo experimentó, incluso, en su más reciente viaje a Puerto Rico, cuando en el avión comenzó a dialogar con el pasajero que se encontraba a su lado. Resultó que el hombre creció en un barrio no muy lejos de donde su padre adjunteño se crió.
“Para muchos de nosotros, hay puntos en común. Terminas en Chicago o en South Bronx. Ya sabes, en un barrio. Te subes a un avión con un extraño y te bajas con alguien que te abraza o te da su número de teléfono, porque, cuando vuelva a Nueva York, vamos a reunirnos para Navidad. Le dije a mi marido: ‘Eso es exactamente lo que me gustaría, que esto (el libro) sea un punto donde la gente realmente pueda conectar y tener esas conversaciones orales”, relató.
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Mediante el texto, desea que se sigan entablando relatos que, para ella, han representado un punto de crecimiento espiritual.
“Siento que, como persona de la diáspora, quiero ser capaz de aprovechar la cultura, pero también siento que quiero pedir permiso. Entonces, viajar para la isla es nuestra manera de pedir permiso para compartirla”, reflexionó.
“Cultura” fue una palabra que utilizó para describir lo que significa ser puertorriqueña. A eso le añadió atributos como “espíritu” y “orgullo”, conceptos que están entrelazados y distinguen a una persona puertorriqueña.
La consejera compartió que el libro, cuyo título aún no está decidido, se encuentra bajo revisión para ser publicado. Pese a que el propósito del matrimonio sigue siendo que sea destinado a sus hijos, se publicarán aproximadamente unos 25 ejemplares, pues otras personas han mostrado interés en este proyecto.
Para ella, de eso se trata, de seguir compartiendo en distintos espacios la cultura por la que siente tanto amor, pasión y sobre todo, orgullo.
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