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Afganistán tras el terremoto: más de 2,200 muertos y la vulnerabilidad de un país en crisis

La devastación del sismo expuso la fragilidad de un Estado sin capacidad de respuesta

6 de septiembre de 2025 - 2:28 PM

En un cementerio de la provincia de Kunar, un anciano observa seis tumbas recién cavadas para su familia. (Lmar Khplwak)

Asadabad, Afganistán - Afganistán cierra una semana infernal tras un terremoto que ha causado 2,200 muertos y ha expuesto las fracturas de una nación que ya vivía al límite, un gobierno sin experiencia, una población atrapada por crisis superpuestas y una comunidad internacional que no sabe cómo ayudar.

En un cementerio improvisado en la provincia de Kunar, la más afectada por el terremoto del pasado domingo, un anciano observa seis tumbas recién cavadas.

“Cinco son nietos y una es una nuera”, cuenta a EFE Abdul Habib, tío de los niños fallecidos. Cerca, Andul Ahmad, de 60 años, llora a los once miembros de su familia, sepultados cuando su casa se derrumbó sobre ellos. Son las primeras escenas de una tragedia cuyo alcance real apenas comenzaba a descubrirse.

La tierra no deja de temblar

Todo comenzó a las 23:47 del pasado domingo, cuando un seísmo de magnitud 6.0, de escasa profundidad, multiplicó su poder destructivo en las aldeas de la región de Hindu Kush.

A esto le han seguido una serie de nuevos y fuertes terremotos, de hasta 5.6 de magnitud, y réplicas constantes han golpeado la misma región durante toda la semana, forzando nuevas evacuaciones y sumiendo a la población en el “miedo y la desesperación”, según constató EFE sobre el terreno.

El terremoto de las mujeres

Una primera evaluación en las aldeas devastadas confirmó que las mujeres y los niños constituyen la mayoría de las víctimas, tanto de los heridos como de los fallecidos.

La razón, según los análisis, es una consecuencia directa del “apartheid de género” del régimen de los talibanes, que las confina en sus vulnerables casas de adobe, convirtiéndolas en trampas mortales. Para las supervivientes, el acceso a la atención médica es otra catástrofe, bloqueado por la prohibición de ser tratadas por médicos varones y la escasez de personal sanitario femenino, una crisis creada por la prohibición talibán de que las mujeres estudien medicina.

“Había una escasez de personal femenino en todos los sectores”, declaró a EFE Sultan Mahmood, un residente local. Esta preocupación ha sido confirmada por la Comisión Europea, que ha alertado de que la ayuda no llega correctamente a las mujeres porque “los equipos de apoyo locales consisten principalmente en hombres”.

Una generación bajo los escombros

La herida más devastadora de la catástrofe es la de un futuro robado de la infancia. En un campamento en Kunar, Armanullah Khan, un niño de 6 años, es el único superviviente de los 13 miembros de su familia.

Según Save the Children, más de 260,000 niños se han visto afectados y unos 280 han quedado sin padres. “Los niños llevan una carga terrible de pérdida, y las réplicas les recuerdan constantemente el terror que experimentaron”, declaró Samira Sayed Rahman, directora de la ONG en Afganistán.

Geografía del caos y colapso sanitario

Con la región asentada sobre una zona de alta actividad sísmica, la respuesta ha sido una pesadilla logística. Las aldeas están en un laberinto de valles montañosos con infraestructuras precarias, un legado de cuatro décadas de guerra.

Los desprendimientos de rocas han bloqueado las pocas carreteras existentes. La odisea de Mohammad Abbas, un herido que tuvo que ser transportado en camilla durante dos horas por sus vecinos para ser evacuado, ilustra el aislamiento de las víctimas.

Los equipos médicos se han enfrentado a un flujo incesante de “fracturas de cráneo, espaldas rotas y miembros aplastados”, según relató a EFE el doctor Izhar Wisal.

Lo hacen en un sistema sanitario que ya estaba colapsado. Además de los 16 centros de salud dañados por el sismo, otros 80 ya habían cerrado en la misma región por recortes de fondos por parte de Estados Unidos previos al desastre. Los hospitales están tan desbordados que, según constató EFE, muchos heridos dados de alta permanecen en ellos porque sus más de 6,700 casas destruidas ya no existen.

Solidaridad ciudadana y dilema internacional

El terremoto ha expuesto también las severas limitaciones del régimen talibán, un movimiento insurgente con décadas de experiencia en el conflicto armado pero prácticamente ninguna en la gestión de desastres naturales a gran escala.

Esto se debe, en parte, a la masiva fuga de personal técnico y de emergencias que abandonó el país tras la toma de poder de los fundamentalistas en 2021. El Estado carece de equipos de búsqueda y rescate especializados, de una flota de helicópteros suficiente para las evacuaciones y de un sistema sanitario capaz de gestionar a miles de heridos simultáneamente.

Donde el Estado no llega, ha surgido una respuesta ciudadana. “Hospitales privados, empresas, residentes locales e incluso panaderías: todos ayudaron”, contó a EFE el doctor Tajmir desde Nangarhar.

Mientras, la comunidad internacional ha movilizado ayuda, pero se enfrenta al dilema de cómo operar bajo un régimen sancionado. Para miles de familias, ha comenzado una carrera contrarreloj para encontrar refugio antes del invierno, en un país cuya exclusión de la mitad de su población amenaza con dejar cicatrices permanentes.

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