


A lo largo de la historia de Estados Unidos, el Congreso ha contado con numerosos miembros nacidos fuera del país, representantes de la esencia misma de una nación construida por inmigrantes. Desde los primeros años de la república hasta la actualidad, los congresistas de origen extranjero han desempeñado un papel fundamental en la elaboración de políticas nacionales, la defensa de los intereses de sus comunidades y el fortalecimiento de la democracia estadounidense. Su presencia confirma un principio constitucional clave: ser estadounidense no depende del lugar de nacimiento, sino del compromiso con los valores, los derechos y las responsabilidades cívicas.

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