
Opinión
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Por años, los niños debían competir por espacio en las salas de operaciones del edificio central de ASEM, junto a servicios esenciales como ortopedia, neurocirugía y trauma. Cada cirugía requería trasladarlos por un pasillo de más de cien metros, a veces en la oscuridad de la madrugada. Viví esas noches con ellos, no por obligación, sino por vocación. Es el deber que asumí hace más de 40 años como cirujano pediátrico en el Recinto de Ciencias Médicas y en el HoPU.
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