

Mucho se ha hablado en estas semanas acerca de los incidentes de violencia que han involucrado a jóvenes en el archipiélago. Preocupan algunas reacciones que ponen el peso de este problema estructural en las familias y, peor aún, insisten en un modelo punitivo para el cual existe evidencia de que no funciona. El castigo solo empuja a los jóvenes —en su mayoría pobres y racializados (negros)— a ingresar al sistema penal. Desde la “Mano Dura” del exgobernador Pedro Rosselló hemos visto diversas versiones de esta estrategia, sin éxito alguno, porque la ciencia demuestra que no fomenta destrezas de convivencia. Castigar puede dar un falso sentido de seguridad a un sector de la población, pero no atiende el problema de raíz.
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