


Puerto Rico entra al 2026 con una combinación de cansancio acumulado, esperanza y un claro sentido de urgencia. El 2025 fue, en muchos sentidos, un año de confrontación con la realidad. Nos obligó a mirar de frente nuestras fragilidades estructurales, la dependencia económica, la necesidad de fortalecer la infraestructura crítica y la responsabilidad impostergable de exigir mayor coherencia en la gestión pública. En términos sencillos, el 2025 nos recordó que los problemas que se posponen no desaparecen: se acumulan y, con el tiempo, se encarecen.

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