


La discusión pública sobre la seguridad de Puerto Rico suele reducirse a clichés, pero los hechos obligan a un análisis más serio: nuestro archipiélago se encuentra hoy dentro del alcance operativo de los drones militares venezolanos. Vemos reportes internacionales al respecto y la expansión del arsenal de vehículos aéreos no tripulados en América Latina —incluido el desarrollo de capacidades de largo alcance por parte del gobierno venezolano—. La situación trastoca por completo la narrativa oficial de que la presencia militar estadounidense en el Caribe responde exclusivamente al “combate al narcotráfico”. Ese discurso ya no convence a nadie. El Caribe ha vuelto a ser zona de guerra porque así lo ha querido el presidente Trump.

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