


Al pastor John Cotton, fue al primero que se le ocurrió decir, para el tiempo de la colonización de Nueva Inglaterra, que una nación podía avasallar a otra siempre que los amparara “un designio especial del cielo como el que tuvieron los israelitas”. Para aquellos puritanos, abuelos fundadores de los futuros Estados Unidos, todo placer estaba vedado; la comida era para nutrirse, el sexo para reproducirse, la ropa no para engalanarse, sino para abrigarse, y las guerras para asegurarse un espacio vital deparado por la voluntad divina.

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