

Viendo el triste debate de esta semana sobre cuántos municipios están en quiebra, me reitero en lo que he dicho por años: Puerto Rico sufre de una enfermedad institucional peligrosa: la gobernanza en silos. Cada dependencia del gobierno opera como si el resto no existiera. Cada jefe de agencia y cada alcalde protegen su pequeño feudo, defienden su presupuesto, ignoran el contexto más amplio y, en muchos casos, ni siquiera saben con precisión lo que hacen sus contrapartes. ¿El resultado? Un gobierno fragmentado, redundante, incoherente y profundamente ineficiente.
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