
Opinión
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La renuncia del monseñor Roberto González Nieves como arzobispo de San Juan, tras cumplir 75 años y más de dos décadas de servicio, no es simplemente un cambio administrativo en la Iglesia puertorriqueña. Es el cierre de una etapa marcada por valentía pastoral, compromiso social y una profunda conexión con el pueblo. Su legado merece no solo respeto, sino gratitud.
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